miércoles, 15 de agosto de 2018

Los pisos... se gastan.-

Todos los pisos del mundo, sean del material que sean, se gastan. Es natural, no hay otra manera. Con el tiempo y principalmente con el tránsito el revestimiento del piso va perdiendo su fisonomía original y se gasta. Le pasa a las alfombras, a la madera y hasta al hormigón y es asfalto. ¿Y de qué depende ese efecto? Básicamente de dos factores. El primero es la dureza del material. Lógicamente cuánto más duro es el piso más resistirá a la abrasión del tránsito. Mucha gente caminando es como un "efecto de lija" permanente en los pisos. Si la superficie es dura ese lijado tardará más en afectarlo.-
El segundo factor es la intensidad del tránsito. A mayor cantidad de gente caminando y a mayor cantidad de tiempo de uso, más desgaste va a sufrir. Si poca gente camina el piso no va a gastarse. El uso y su frecuencia determinará la duración del suelo. La resistencia de un piso, recordamos, no está referida al impacto (golpes) o a la compresión (peso) sino a la abrasión o la fricción del paso de los usuarios.-
Los materiales cerámicos no son eternos y su imagen gastada es muy poco agradable. Siguen siendo funcionales, es cierto. Y si no miren las fotos que corresponden a un local de comidas. El desgaste típico en los bordes da la impresión de dejadez y hasta suciedad. ¡Ya cumplieron su ciclo y es hora de cambiarlos!-
Por lo tanto siempre tengan presente que la duración de un piso es la equilibrada elección de su dureza en función de la intensidad de su uso. Si se coloca un piso muy resistente en un lugar de escaso uso estaremos pagando un atributo de dureza que excede la demanda. Si, por el contrario, se coloca un piso blando en un ambiente de tránsito frecuente tendrá una corta vida. Ese es el equilibrio que hay que lograr.-